¿Y tú en qué piso vives?

Por Eduardo Cambil Molina, Socio Action COACH
Por Eduardo Cambil Molina, Socio Action COACH

Tengo un amigo que tiene un supermercado, una tienda no demasiado grande. Siempre anda atareado, corriendo de aquí para allá. Descargando la furgoneta, comprando género, poniéndolo en las estanterías, marcándolo, atendiendo a la caja, supervisando al personal, contando la venta, atendiendo a clientes, etc. Cuando en la tienda de mi amigo alguien pide algo, es para ¡ya!, la clienta que quiere harina, la quiere ¡ya!, es para hacer la comida; los cristales de la botella rota, hay que recogerlos ¡ya!, el cambio para la caja es para ¡ya! Su vida está condicionada por una palabra ¡YA!

Mi amigo se pasa la vida reaccionando ¡Ya! Es como un componente químico “reactivo”, todo lo que hace es como reacción a algo que ocurre, incluso si va a comprar, es una reacción porque se le ha acabado, o se le va a acabar el género. En la tienda había mucho movimiento y mucho ruido, los clientes preguntaban por tal artículo, ya que no sabían dónde estaba, no lo encontraban o se había agotado, había que ordenar el género en las estanterías, reponerlo, etiquetarlo, limpiar, asegurarse de que no estuviera caducado, etc. No tenía ni siquiera un lugar donde estar tranquilo un rato.

Mi amigo estaba siempre cansado, un poco harto de correr y no llegar a ninguna parte. Sí, el negocio funcionaba, pero con mucho esfuerzo y poco crecimiento. 

Un día en el portal adjunto a su establecimiento se encontró con su asesor fiscal, quien le dijo que se había mudado a ese edificio. Su asesor le invitó a ver las nuevas oficinas, estaban en la planta tercera. Mi amigo un poco agobiado por no querer dejar mucho tiempo  su tienda, accedió a regañadientes a subir.

Cuando llegó a la planta tercera y entró en la oficina de la asesoría vio algo que le gustó; allí no había ruido, las mesas estaban separadas, cada una con su ordenador, sus bandejas ordenadas, gente trabajando con tranquilidad, buen ambiente, solo estaban los trabajadores de la firma, no había nadie más. Se sorprendió de lo relajado que se podía estar solo unas plantas más arriba. Preguntó al asesor. ¿Aquí no hay prisas?, te veo a ti, a todos muy tranquilos, ¿nadie pide nada urgente? Él le contestó que lo habitual era que no, ya que las cosas se programan, los impuestos tienen una fecha y cualquier cosa hay que encuadrarla en el calendario. Lo que piden los clientes es algo que se puede preparar con semanas o meses de antelación, lo que te permite organizarte y no hacer mal el trabajo, acabar a tu hora y prever todo con tiempo.  Además, yo delego en mi personal, lo que hago realmente es organizar el trabajo y comprobar que se hacen bien las cosas.

Mi amigo se quedó muy sorprendido, le gustó esa idea de trabajar en la planta tres.

Tras decirle un par de cumplidos sobre la oficina y el personal, se despidió de su asesor y se dirigió al ascensor. Cuando se abrió la puerta de este, se encontró con un antiguo compañero de colegio.

 – ¿Qué haces aquí? -Vengo de jugar al golf, me acabo de trasladar, he puesto las oficinas centrales de mi empresa en la planta diez, ven a verlas. Le contestó.

Mi amigo estaba mal de tiempo, pero como su antiguo compañero insistió, accedió a ir al piso diez. Cuando llegó a la planta, el ascensor se paró y se abrió la puerta directamente en las oficinas de su anfitrión. Un vestíbulo enorme decorado con muy buen gusto, moqueta, cuadros y unos ventanales estupendos. Una señorita muy elegante les dio la bienvenida y les abrió la puerta a la siguiente estancia, donde había mucha luz, algunos despachos con cristales, música de fondo, el de su amigo estaba al final, con unas impresionantes vistas a toda la ciudad y más allá y una gran mesa. Los empleados estaban tranquilos, relajados, algunos incluso mirando pensativos por la ventana, apenas había papeles en las mesas, algunas de ellas vacías. Le preguntó a su amigo, si es que allí no trabajaban, ya que los veía demasiado relajados y parecían despreocupados.

– No, hombre, lo que pasa es que aquí lo que estamos haciendo es pensar en el futuro de la empresa, cómo serán los próximos años, qué cosas habrá que hacer para seguir liderando los mercados, qué tecnologías habrá que adoptar, cuáles serán las necesidades de personal que tendremos, las inversiones que debemos de acometer etc. Estudiamos los números y vemos la marcha de la compañía, tomamos decisiones que deben de ejecutar mis colaboradores. Nos anticipamos. 

Mi amigo no lo entendía.

 – Entonces aquí cuando hay un problema urgente ¿qué pasa?

 – No hay nada urgente, salvo un gran imprevisto o un accidente, aquí trabajamos en las cosas importantes, precisamente en el momento adecuado, para que no se conviertan en urgentes. Prevemos lo que vamos a necesitar y lo que vamos a hacer, de esta forma somos proactivos, por eso a mi empresa y a mí nos va tan bien. Desde aquí no solo veo la ciudad y las montañas del fondo, sino que veo lo que va a hacer mi empresa en los próximos años y lustros. No estoy en el día a día, para ello está mi equipo. Yo con el cuadro de mandos sé cómo va la cosa.

Tras despedirse, se volvió a mirar por los ventanales, le gustó la vista, y se fue al ascensor. Se quedó pensativo y se preguntó. ¿Cómo sería mi vida y mi empresa si subo al piso 10? 

¿En qué piso vives? ¿En cuál te gustaría dirigir tu empresa? ¿Eres capaz de subir al piso 10? ¿Hablamos?

Te recomiendo leer el libro de mi amigo Martín Sánchez “Desde el piso 10: Cambia tu perspectiva. Reinventa tu negocio.”

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